jueves, 29 de mayo de 2008

La otra belleza: el quinismo como recurso estetico-argumentativo


La noción de belleza se ha instalado como canon estético en las personas, al menos si nos atenemos al habla popular. Además, a lo largo de la historia, ha sido parte de la labor filosófica el analizar respecto a este ámbito de la percepción y de la creación artística. Sin embargo, lo antiestético existe, y a pesar que desde la Antigüedad encontramos manifestaciones de aquello, desde la teoría, este opuesto ha vivido en una especie de submundo. Sólo en las últimas décadas, ha sido abordado de forma más definida, como lo han hecho Peter Sloterdijk en Alemania y Pablo Oyarzún en Chile.


La irreverencia, la burla, lo burdo, lo vulgar y lo grotesco son elementos constituyentes de la humanidad, por lo que tienen una implicancia directa en la forma de manifestación estética de cualquier sociedad en la actualidad; pues la belleza no existiría sin noción de su opuesto. Más que antiestética, podemos comprender estas características desde la noción de anestética, que es la oposición de “una estética de la ruptura y de la intranquilidad a otra de lo bello y tranquilizante”
[1]. Según Neira, los métodos anestéticos han existido desde principios del siglo XX en distintas áreas de la creación artística, desde la plástica a la literatura, y a pesar de que su popularidad en el público nunca ha sido grande, si lo ha sido entre los especialistas. Entonces, es posible afirmar que la esfera anestética es una manifestación estética válida, a pesar de ir en contra, justamente de los cánones estéticos comunes en la sociedad.

Así lo fue en Grecia, con Diógenes de Sinope, uno de los personajes más controvertidos que se atrevió a contraponerse a la belleza cuasi divina de la antigüedad, pues indiscutiblemente los diálogos platónicos están llenos de elementos discursivos que emanan perfección y solidez dialéctica. Diógenes por el contrario, sin querer hacer escuela filosófica, se manifestó concretamente, haciendo uso de su cuerpo, en contra de Atenas, el poder, Platón y la Academia.

Un ejemplo de este actuar es cuando Alejandro Magno, quien tenía un aprecio por la figura del Diógenes se le acercó mientras este descansaba tomando sol, diciéndole que le pidiera lo que quisiera, a lo que él respondió “pues no me hagas sombra”[2]. Lo que lo hizo trascender como pensador en la historia tiene que ver con su forma discursiva: Diógenes no se quedó esperando la realización de una teoría utópica, pero tampoco renunció a ella, sino que transformó su discurso en una acción político-simbólica de orden cotidiano, en una forma de vida. Él en sí mismo, es su argumento más fuerte, pues se manifiesta a través de ello, no rehuyendo conflictos ni defendiéndose teóricamente, sino que dando respuestas, a través de lo grotesco, argumentativamente filosóficas y prácticas, haciendo de la eficacia discursiva su diferencia radical con Platón.

Esta forma de argumentación puede ser tomada como principio para la realización estética en obras de arte. Pues, la filosofía y el arte son dos disciplinas que no debería entenderse como separadas y aisladas, sino que se interrelacionan para la conformación de pensamiento. Según Carla Cordua, “la supuesta contraposición entre buscar la verdad de lo que es y crear imaginativamente es extraviada: un poco de reflexión muestra que hay funciones imaginativas a los dos lados de la división de la filosofía y el arte, del conocimiento y la invención libre (…) Están ligadas internamente por la colaboración entre nuestras facultades mentales”[3]. Lo planteado por Cordua es lo que permite estudiar los principios grotescos en el arte como forma de argumentación filosófica.

En la Crítica de la razón cínica, del alemán Peter Sloterdijk se realiza un estudio acerca del sentido de lo grotesco, expresado en los conceptos de quinismo en contraposición al cinismo en la modernidad. Según Pablo Oyarzún, Sloterdijk realiza dicho estudio debido a que “el interés por el cinismo antiguo ha sido levantado por el perfilamiento cada vez más nítido del fenómeno cínico moderno, es decir, del tipo de cinismo que se desarrolla específicamente con la modernidad, como uno de sus rasgos –así ha llegado a estimárselo- más sintomáticos”[4].

[1] NEIRA, Hernán. Anestética de Metales Pesados, de Yanko González Cangas. Estud. filol. [online]. 2000, no.35 [citado 05 Mayo 2008], p.207-221. Disponible en la World Wide Web: . ISSN 0071-1713.
[2] LAERCIO, Diógenes. Vida, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres. Libro VI-12 Traducción de José Ortiz y Sanz. Librería El Ateneo, Buenos Aires, 1947.
[3] CORDUA, Carla; Incursiones. Ed. Universidad Diego Portales. Santiago 2007. Pág. 254.
[4] OYARZÚN, Pablo; El dedo de Diógenes, Santiago, 1996.

1 comentario:

Cynthia Rojas dijo...

"La irreverencia, la burla, lo burdo, lo vulgar y lo grotesco son elementos constituyentes de la humanidad"

eso me suena a mas de algun integrante de los chicos del barceló.
me da placer leer este tipo de blogs aver si te pasas por el mio

cynthia